Es una planta poco exigente en cuanto a suelos, excepto el drenaje. El suelo más adecuado para el cultivo del tomate es el suelto de estructura silíceo arcillosa y rico en materia orgánica. El PH óptimo es de 5,8 a 7,2.
Siembra
Se siembran las semillas de febrero a mayo, con una temperatura mínima del suelo de 12º C. Se pueden sembrar en febrero o marzo en semillero, el trasplante se realizará 8 semanas después, cuando la planta tenga cuatro hojas verdaderas bien formadas.
Riego y abonado
En el cultivo del tomate es importante mantener un nivel de humedad constante y elevado en el suelo, para un desarrollo óptimo del sistema radicular y, posteriormente, durante la época de formación y engorde del fruto. La humedad óptima se consigue regando con una frecuencia de 2 días.
Se puede abonar el terreno con estiércol de 2 a 3 semanas antes de sembrar las semillas o de hacer el trasplante. Si al crecer las plantas las hojas no crecen o los racimos de flores son pobres, se puede poner una capa de mantillo o bien aportar un fertilizante compuesto (N-P-K) de nitrógeno, fósforo y potasio.
Poda
Cada diez días conviene ir quitando los tallos que salen de las axilas de las hojas y también los tallos y hojas de la base de la planta. De esta forma la planta será más vigorosa y los frutos más grandes.
Recolección
Se empieza a realizar la recolección a las 10 o 12 semanas de la siembra, pero esta será escalonada y larga. Los tomates se irán poniendo rojos poco a poco, por lo que podrás ir recogiendo para su consumo los maduros. Cada planta produce de 2 a 3 kg de tomates. La recolección se realiza a tijera, cortando por encima del fruto para dejar un pedúnculo de unos 2 cm y se manipula con cuidado para no darle golpes.
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